20 Sep
20Sep

El cantante, rapero y músico argentino nos cuenta su experiencia en el rodaje de Esclavos, el último adelanto de su nuevo álbum que acaba de publicar en YouTube y plataformas digitales.


No se puede respirar nada, los orificios para los ojos quedaron en el mentón una vez que encontramos la posición perfecta para que el personaje quede "mirando a cámara", así que a ciegas y aguantando la respiración me muevo, canto, bailo y gesticulo como una de las personas más desagradables de la historia del país por unas cuantas horas.

El tipo siempre fue cruel, inhumano, violento, extraño e inmoral, desde que era un payaso mediático y pintoresco. No llamaba tanto la atención que un grupito de adolescentes iracundos lo viera con buenos ojos. Era comprensible que algunos pibes se sintieran atraídos por ese pase VIP a la canallada, a la puteada, a la incorrección total y a la validación de esos pares que emergían como topos de la tierra en redes sociales.

Lo realmente llamativo fue cuando la melodía del flautista de Hamelin empezó a encantar a la que uno consideraba "gente de bien", o al menos "gente normal" y no solo a los niños rata que iban frenéticos bailando hacia el borde del peñasco.

De pronto nos vimos discutiendo con gente amable, conocida e insospechada de psicopatía, el por qué era una mala idea darle banda y bastón a un tipo con un mal disfraz símil Acuaman cuyo principal objetivo era poner una bomba en el Banco Central.

Volvimos al jardín de infantes y así como la señorita nos explicaba que no estaba bien insultar al compañero, nos vimos en la tarea de explicarle a algún tío, primo, abuelo o hermano que "Exterminar a los zurdos de mierda" no es una frase que necesariamente profesaría un mandatario sensato.

Después vino la venta de niños, el mercado de órganos, la sentencia de que el papa argentino era la encarnación del maligno en la tierra y que los seres humanos tienen derecho a morir de hambre. Ahí finalmente nos convencimos de que a buena parte de nuestro pueblo le habían hecho una trepanación del medio evo agujereándoles la corteza cerebral y el extravío ya era absoluto.

La frustración política reinante nos hacía intuir que la gente iba a exigir mejores funcionarios, mejores personas, con más valores... Pero la realidad indicaba todo lo contrario.

Nos vimos desesperados, como si los locos fuéramos nosotros, pidiéndole a la vecina más encantadora del barrio que viera que el tipo blandía una motosierra y que el presupuesto que soñaba con achurar era su jubilación, pero la doña extasiada con los ojos en fuego nos respondía de manera orgásmica "Seeeee, motosierra".


Buscamos al señor más nacionalista del condado y confiados le gritamos; "Es admirador de Margaret Thatcher". Y el tipo con las manos curtidas por años de trabajo se acarició el tatuaje de Malvinas y dijo bajito, casi susurrando; "Capaz el loco tiene razón, La Marga fue una gran estratega".

A las amigas psicólogas, asistentes sociales y también a docentes les preguntamos; "¿Un tipo normal pone como metáfora del rol del estado a unos niños lubricados a punto de ser abusados?" y nos respondieron que esas eran preguntas de "la casta".

El desconcierto era total, pero una última luz de esperanza se hizo visible en la recta final de la carrera electoral. Los estudios de América Tv pusieron el escenario, el pelado, ese que hace quedar a Marcelo Bonelli como un gran pronunciador, fue el anfitrión y un Javier Milei visiblemente sucio, transpirado, desencajado y errático se plantó durante casi una hora frente a las cámaras dando la peor entrevista de su vida...

Se quejó de "las voces detrás de cámara", su mandíbula parecía una gelatina falta de heladera, habló de sus likes en redes sociales, lloró por las acusaciones que recibía tratándolo de Nazi y en el tramo final, mientras la caspa brotaba cuantiosamente de su cabellera, le dedicó a "los giles" que lo envidiaban su victoria. Porque el a la chica "la tenía entre sus sábanas, mientras la miraban por internet".

Las urnas claramente disiparon la esperanza y masivamente entre pasos de baile y sonrisas extasiadas, nuestros compatriotas saltaban al abismo sin dejar de saborear la melodía del flautista hasta incluso centésimas de segundo antes de impactar sus cráneos contra el suelo.

10 meses después me veo con la camisa llena de pintura roja, una máscara peluda que me asfixia y una motosierra entre mis manos rodeado de mis compañeros, mis amigos y mi equipo de trabajo rodando una de las piezas más importantes de mi carrera. 

Sabiendo que hoy los tiempos son otros, que las consecuencias ya se sienten en millones de hogares, que las panzas vacías, las tarjetas impagas, los anuncios de despido y las persianas que cierran, día tras día van rompiendo el hechizo. 

No se pudo evitar la tragedia pero espero de todo corazón que esta purga sangrienta, basada en hechos reales, colabore en algo para que terminen de "verla". Más gráficos no hemos podido ser.Fotos cortesía de LuliLooop PH



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