



Los ‘Indiana Jones’ de la fotografía
Si la fotografía no funciona, es que no estás suficientemente cerca
Sus nombres eran David Chim Seymour, Gerda Taro y Robert Capa.
Al estallar la Guerra Civil Española en julio de 1936, se trasladan a España. Los jóvenes fotógrafos viajaron a los frentes de combate porque se sentían implicados en la lucha antifascista y con la causa de la República. Deseando presenciar esa punta de lanza, ese preludio de la Segunda Guerra Mundial, cubrieron desde la batalla en Madrid hasta la ofensiva en Cataluña.




David Seymour nació en 1911 en Varsovia en una familia de editores. Registrado al nacer como David Robert Szymin, y conocido bajo el seudónimo Chim, comenzó a trabajar como fotógrafo independiente. A partir de 1934, sus historias aparecen en Paris-Soir and Regards. A través de la famosa Maria Eisner y la nueva agencia de la Alianza, Chim conoce al célebre Henri Cartier-Bresson y también a Robert Capa.
Robert Capa, o Endre Erno Friedmann, nace en la ciudad de Budapest en el seno de una familia judía. En la década de 1930, cuando su país natal apostó por una estrategia de acercamiento con la Alemania nazi y la Italia fascista, deja Hungría para ir a Berlín, de dónde también tuvo que marchar con el ascenso de los nazis en 1933.
Establecido en Francia, conoce a la fotógrafa alemana Gerda Taro (nacida Gerta Pohorylle), que acabaría siendo su compañera sentimental y profesional, quien además fue apodada Pequeño Zorro Rojo por su astucia y color de pelo.
Nacida en Stuttgart (Alemania) era hija de una familia de judíos de origen polaco. Con el comienzo de la Alemania nazi, su familia, rota por el dolor, se vio obligada a buscar residencia en otros países.

Robert Capa fue un seudónimo que Taro utilizó junto con Friedmann, como pareja sentimental. Precisamente esa firma de sus fotografías fue la que les llevó a la fama profesional. Un hecho que hasta hoy día genera polémica porque no queda claro quién de los dos tomó en realidad algunas de sus fotografías más relevantes.
Taro se convirtió en la primera mujer fotoperiodista en cubrir y en morir al informar de una guerra. Perdió la vida en un accidente durante el repliegue del ejército republicano en la batalla de Brunete, donde fue aplastada por un tanque. Murió joven y bella, dejando una herida en Friedmann que, como dicen, nunca logró cicatrizar.

La pareja firmó sus trabajos juntos bajo la marca Robert Capa, que fueron reconocidos casi de inmediato por su impresionante impacto, como su imagen más conocida, Muerte de un soldado Leal (1936). La famosa revista Picture Post consideró a Robert Capa «el mayor fotógrafo de guerra del mundo» en 1938.
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Resurrección de la Maleta con una época dentro

La larga historia del viaje de los negativos, al acabarse la Guerra Civil, cuenta con decenas de años y empieza cuando los jóvenes vuelven a París en 1939. Ante los avances del ejército nazi, Robert Capa abandona la capital francesa en octubre del 1939, dejando esos testimonios gráficos a su ayudante de laboratorio Csiki Weisz.
Los negativos en algún momento, y en circunstancias desconocidas, acaban en una oficina diplomática mexicana en Francia en manos del general Francisco Aguilar González, embajador de México ante el Gobierno de Vichy entre 1941 y 1942.
Igual que los refugiados españoles, que fueron recibidos por iniciativa del entonces presidente mexicano Lázaro Cardenas, los negativos emprendieron su viaje al Distrito Federal, navegando en la maleta del general Aguilar, rumbo a México.


Allí permanecieron ocultos durante unos 70 años en un armario, en tres pequeñas cajas envueltas en una bolsa de plástico.
Fueron sus herederos quienes entregaron la maleta —o las tres cajas cargadas de negativos— a Benjamin Tarver, un cineasta mexicano.
Mientras los negativos se daban por perdidos, Cornell Capa, hermano de Robert y fundador del International Center of Photography de Nueva York (ICP), llevaba años en su búsqueda.


no se quede en el olvido el contexto mexicano.


