Luego de las declaraciones de la ex canciller alemana Angela Merkel y del presidente francés Francois Hollande, Viacheslav Volodin, el presidente de la Duma Estatal –la cámara baja de la Federación Rusa–, intervino inmediatamente para expresar su indignación ante aquellas confesiones. Posteriormente, después de las fiestas de navidad, Volodin publicó sus comentarios en su cuenta de Telegram [8].
Los comentarios indignados de Volodin dieron lugar a dos despachos, uno de la agencia TASS [9] y otro de Ria-Novosti [10], despachos que mis colegas también han preferido ignorar.Como presidente de la Duma Estatal, Viacheslav Volodin cita primeramente al presidente ruso Vladimir Putin: «Si la pelea es inevitable, debes golpear primero».
Y luego resalta: «Las confesiones de un representante del régimen de Kiev y de ex dirigentes de Alemania y de Francia deberían ser utilizadas como pruebas ante un tribunal militar internacional.
Esos dirigentes conspiraban para desatar una guerra mundial de consecuencias imprevisibles. Merecerían ser castigados por sus crímenes.»
Al calificar las declaraciones de Angela Merkel, de Francois Hollande y de Oleksiy Danilov como pruebas de «crímenes», Viacheslav Volodin se refería a los «crímenes contra la paz» enunciados por el Tribunal militar internacional de Nuremberg, luego de la Segunda Guerra Mundial.
Según ese Tribunal, cuya autoridad es reconocida por todos los Estados miembros de la ONU, los «crímenes contra la paz» son los más graves, mucho más graves incluso que los «crímenes contra la Humanidad».
Y, de la misma manera, son crímenes que no prescriben.Sin embargo, nadie ha emitido órdenes de arresto contra Angela Merkel, Francois Hollande ni Oleksiy Danilov. Tampoco existe, al menos por ahora, una jurisdicción capaz de juzgar los crímenes de esos personajes.
Es por eso que Viacheslav Volodin hablaba de un «tribunal militar internacional» –equivalente al célebre tribunal de Nuremberg–, que podría constituirse cuando termine la guerra en Ucrania.Y no hay dudas de que llegado ese momento –el fin de la guerra en Ucrania–, Angela Merkel, Francois Hollande y Oleksiy Danilov tendrían que responder por «crímenes contra la paz». Claro, en los casos de Merkel y de Hollande eso dependería de la aprobación de Alemania y de Francia.
Sólo me queda entonces deplorar que los colegas que me contradicen no hayan encontrado los documentos que acabo de citar aquí.
Por supuesto, es normal que no los encuentren si leen únicamente los despachos de las agencias de prensa anglosajonas y europeas, que simplemente se niegan a tomar en consideración el punto de vista ruso. Esos colegas se limitan a repetir la narrativa oficial y no hacen su trabajo de verificación.
El 17 de febrero de 2015, como ya señalé antes, Rusia presentó el segundo protocolo de los acuerdos de Minsk al Consejo de Seguridad de la ONU y ese documento fue objeto de la resolución 2202 de ese órgano de las Naciones Unidas. Como anexo, Moscú obtuvo la adopción del texto del protocolo y de la declaración emitida por los cuatro jefes de Estado y de gobierno implicados: el presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin; el presidente de Ucrania, Petro Porochenko; el presidente de Francia, Francois Hollande; y la canciller de Alemania, Angela Merkel.
Durante los debates en el Consejo de Seguridad, el representante permanente de Ucrania incluso expresó su satisfacción ante el apoyo decidido de las Naciones Unidas.
Dicho sea de paso, es interesante observar que, ya en aquel momento, el representante permanente de China expresaba la posición que el gigante asiático sigue manteniendo hoy en día: la paz sólo puede ser duradera si responde a las preocupaciones de todas las partes.
Pero el segundo acuerdo de Minsk, aprobado en el Consejo de Seguridad de la ONU, nunca será aplicado.
En el Donbass seguían los enfrentamientos esporádicos y cada una de las partes atribuía la responsabilidad a la otra. Kiev quería que la amnistía prevista se proclamara sólo después de las elecciones, mientras que los dirigentes de los oblast del Donbass exigían que se proclamara antes, para poder participar en las elecciones, que seguramente habrían ganado.
El 31 de agosto de 2015, las enmiendas constitucionales fueron presentadas al parlamento ucraniano… en presencia de la enviada especial de Estados Unidos, Victoria Nuland, quien había organizado el golpe de Estado que derrocó al presidente constitucionalmente electo de Ucrania en 2014, el llamado «EuroMaidan» o «revolución de la dignidad».
Los diputados del partido nacionalista integrista Svoboda tratan entonces de impedir la votación e invaden la tribuna gritando «¡Vergüenza!» y «¡Traición!» [11].
Simultáneamente, fuera de la sede del parlamento, estallan enfrentamientos entre la policía y elementos paramilitares de los nacionalistas integristas, con saldo de 4 muertos y 122 heridos.
En el hemiciclo no se alcanza la mayoría calificada. La reforma constitucional no será adoptada.Los motines del 31 de agosto de 2015 fueron los más importantes desde el derrocamiento del presidente electo, Viktor Yanukovich, por los nacionalistas integristas de Sbovoda… respaldados por la subsecretaria de Estado estadounidense Victoria Nuland.
El entonces presidente Petro Porochenko condenó aquellos motines… pero captó el mensaje: si trataba nuevamente de aplicar los acuerdos de Minsk, él también sería derrocado.Así que el presidente Porochenko denunció súbitamente el segundo protocolo de Minsk.
Afirmó que la firma que el ex presidente Leonid Kuchma había estampado en nombre de Ucrania al pie de aquel documento carecía de valor legal porque Kuchma no había sido acreditado por el parlamento.
Eso es cierto… pero el propio Porochenko había estado presente en las negociaciones, en su calidad de presidente en ejercicio, y no había puesto reparos en el momento de la firma, ni tampoco cuando los acuerdos fueron ratificados por el Consejo de Seguridad de la ONU, el propio Porochenko incluso había firmado una declaración común comprometiéndose a aplicar los acuerdos de Minsk.
¿Qué conclusión se desprende de su actitud? Que Porochenko actuaba con la misma mala fe que el presidente francés Francois Hollande y que la canciller alemana Angela Merkel.Inmediatamente después de haber denunciado los acuerdos de Minsk, el presidente ucraniano Porochenko encargó a los paramilitares de Svoboda la misión de “hacer presión” sobre las poblaciones del Donbass. Esa fue la tarea de la siniestra División Azov de Andriy Biletsky, quien se hace llamar el «Fuhrer Blanco».
Durante 7 años, 80 000 combatientes lucharán entre sí. Los nacionalistas integristas de Kiev matan en el Donbass entre 17 000 y 21 000 de sus compatriotas, ucranianos rusoparlantes. Porochenko instaura un apartheid, una ciudadanía desigual en la que las poblaciones rusoparlantes del Donbass ya no tienen derecho a ningún servicio social, no tienen derecho a la jubilación ni a tener escuelas donde sus hijos aprendan la lengua de sus padres: el idioma ruso.
El Consejo de Seguridad de la ONU no interviene. Cuando más se limita, el 6 de junio de 2018, a emitir una declaración de su presidente [12].
Cuando logra llegar al poder, el hoy presidente Volodimir Zelenski trata de “atar cabos” convocando una reunión del formato Normandía, sin obtener resultados.
El 2 de noviembre de 2021, el presidente Volodimir Zelenski nombra a Dimitro Yarosh, principal figura de los nacionalistas integristas y desde hace mucho tiempo agente de la CIA [13], como consejero del jefe de las fuerzas armadas ucranianas, el general Valeri Zaluzhni. Yarosh elabora rápidamente un plan de ataque contra las poblaciones del Donbass [14], plan que debía ponerse en aplicación el 9 de marzo de 2022.Pero, el 21 de febrero, en una ceremonia improvisada en el Kremlin, la Federación Rusa reconoce sorpresivamente como Estados independientes las Repúblicas Populares proclamadas en Donestk y Lugansk. Al día siguiente, Rusia inicia una «operación militar especial» en Ucrania.
Desde Rusia y Bielorrusia, fuerzas rusas cruzan simultáneamente la frontera ucraniana para evitar que las tropas de Kiev se concentren en el Donbass. El ejército ruso destruye el aeropuerto militar de Kiev pero sin tratar de tomar la capital ucraniana.
En pocas semanas, Rusia libera la mayor parte del Donbass.Moscú evita durante meses pronunciar la palabra “guerra”.
El gobierno ruso explica que interviene en Ucrania únicamente para poner fin a los sanguinarios ataques de Kiev contra los civiles del Donbass.Occidente acusa a Rusia de haber «invadido» Ucrania en plan de conquista. Pero Rusia no ha hecho otra cosa que aplicar la resolución 2202 del Consejo de Seguridad de la ONU y la declaración de los jefes de Estado que habían negociado los acuerdos de Minsk.
Fue precisamente para reservarse la posibilidad de emprender esa acción que Rusia había tenido la precaución de incluirla como anexo en la resolución del Consejo de Seguridad. Afirmar que Rusia invade Ucrania equivaldría a decir que Francia invadió Ruanda cuando intervino para poner fin al genocidio contra la etnia tutsi, en 1994… cosa que nadie dice.
Inicialmente Rusia no recurre al argumento de la «responsabilidad de proteger», el llamado «R2P» que las potencias occidentales tanto han utilizado en otras latitudes, pero al que Rusia se opone desde que comenzó a mencionarse en la ONU, sólo en 2005. No será hasta febrero de 2024 que Moscú utilizará ese concepto en una reunión del Consejo de Seguridad.
En esa reunión, convocada por su misión en la ONU, Rusia expondrá nuevamente la posición que ha defendido desde el principio, pero no usará el mismo lenguaje diplomático que sus interlocutores.
Vuelvo ahora a mencionar los escritos de mis colegas. Según ellos, yo he “inventado” la responsabilidad de Francois Hollande y de Angela Merkel en el actual conflicto y si sostengo que Rusia no ha “invadido” Ucrania es porque repito la famosa “desinformación rusa”.
Es probable que esos colegas hayan redactado sus artículos con la intención de vulnerar mi credibilidad.
Quizás no son capaces de ver que cuando escriben esas idioteces en los grandes medios, lo que hacen es sobre todo orientar la opinión pública erróneamente y, en definitiva, hacerse eco de la propaganda de los partidarios de la guerra.