Bajo la Lupa 22.10.24 https://www.jornada.com.mx/2024/09/22/opinion/010o1pol
Israel se pasó por el arco del triunfo, al igual que todas las leyes internacionales que pisotea sin rubor, la Convención de Ginebra y el Manual de Guerra de las Leyes de Defensa de EU (https://bit.ly/3zt5RIT) sobre la prohibición de “trampas explosivas (https://bit.ly/4ewKoO3)” cuando el uso de Israel de explosivos electrónicos constituyen crímenes de guerra (https://bit.ly/4ezhbC3).
Sin contar la decapitación posterior de líderes del cuerpo de élite Radwan de Hezbollah por los crueles bombardeos de Israel en el barrio chiíta de Beirut (https://bit.ly/47zpCLE), se ha develado la conexión del Mossad con varias empresas fantasma: BAC Consulting de Hungría ¡con un solo empleado!, intermediaria de Norta Global de Bulgaria y su prófugo mandamás noruego (¿tendrá que ver la OTAN?) Rinson Jose con Gold Apollo de Taiwán. ¡Explotaron hasta los paneles solares y las laptops con más de 3 mil heridos y centenas de muertos!
Político comenta que la guerra electrónica en el Medio Oriente desata el temor de una guerra de la cadena de suministro (supply chain) cuando “podría detonar el reconocimiento de las vulnerabilidades que enfrentan las compañías Tech con operaciones globales de manufactura (https://politi.co/4dh4V8g)”. Financial Times exulta que Hezbollah ha sido maltratada y debilitada después de los golpes que le propinó Israel “en su peor semana (https://on.ft.com/3MYvXXe)”. The Economist aduce que mediante su guerra electrónica Israel ha ensangrentado a Hezbollah, pero está atrapada en una guerra de desgaste cuando “dos ataques contra la milicia chiíta pueden no cambiar el dilema estratégico de Israel en Líbano (https://econ.st/4ePS9PB)”. Mounir Rabih de L’Orient Le Jour arguye que Hezbollah absorbe los golpes y prepara su revancha: ¿se cruzará el Rubicón? cuando “según fuentes diplomáticas concordantes, los israelíes concedieron un plazo de algunos días al partido chiíta para aceptar la propuesta de EU de solución política (https://bit.ly/3XCulHG)”. 20 días antes del cibercidio, el Comando Sur de EU (Southcom), a cargo de la generala Laura Richardson, se adelantó con el candente tema de la ciberseguridad en su reunión en Santiago de Chile con los “líderes de defensa de Sudamérica (https://bit.ly/4djOYya)”.
El sistema de ciberseguridad de México ha sido secuestrado por el software que los gobiernos globalistas neoliberales compraron a Israel –donde participaron presuntamente Genaro García Luna (encarcelado en Nueva York), Tomás Zerón (refugiado en Israel), Cárdenas Palomino (detenido por tortura), el inimputable Eduardo Margolis Sobol, estación del Mossad (https://bit.ly/3ZtqhMA)–.
El grave problema radica en que las “cibertrasnacionales de Israel espían a periodistas y activistas en México (https://bit.ly/49HTZiQ)”, cuyos dispositivos electrónicos pueden explotar por venganza política.Ahora resulta que Candiru es “mucho más maligno que Pegasus (https://bit.ly/3Xu2lpI)” cuando “Demoman y Team Jorge de Israel están detrás de la ciberdesinformación en 33 (sic) países (incluido México) (https://bit.ly/3PUvLdH)”.
¿Quién protege(rá) a los ciudadanos mexicanos de las represalias electrónicas de Israel y sus aliados sayanim (https://bit.ly/3XCtGWI)? El solipsismo de la guerra electrónica de Israel ya empezó a tener su efecto búmeran cuando países del Medio Oriente solicitan urgentemente dispositivos fabricados en China (¡no en Taiwán!).
El segundo día del cibercidio del Mossad en Líbano eclipsó la resolución no vinculante de la Asamblea General de la ONU para el retiro de Israel de los territorios ocupados palestinos en un máximo de 12 meses (https://bit.ly/3XwOT4t).
A ver que queda de la antigua Palestina y del sur del Líbano en los próximos 12 meses cuando Netanyahu dispone de la carta blanca de tirios y troyanos en EU.
Hoy no existe ningún lugar seguro en el planeta donde los ingenuos países carentes de autosuficiencia en ciberseguridad utilizan el software de Israel y su know-how de doble filo que se pueden transformar en un caballo de Troya electrónico.
Por Alfredo Jalife