Con sorprendente aplomo, la prensa internacional nos asegura que lo sucedido en Siria no es un cambio militar de régimen sino una “revolución” que derrocó la República Árabe Siria. Esa prensa no menciona la presencia del ejército turco y de las fuerzas especiales de Estados Unidos. En cambio, esos mismos medios nos abruman con un torrente de propaganda –constantemente desmentida por los hechos– sobre los supuestos crímenes de “Bachar” y nos presenta a los asesinos cortadores de cabezas como respetables “revolucionarios”. Una vez más, la gran prensa internacional nos miente y lo hace deliberadamente.
después de haber resistido heroicamente, desde 2011, los ataques de los yihadistas respaldados por la coalición internacional más grande de la Historia, la República Árabe Siria fue derrocada en 11 días. ¿Qué pasó ?
En primer lugar, desde el 15 de octubre de 2017, Estados Unidos organizó un verdadero cerco alrededor de la República Árabe Siria, prohibiendo todo comercio con el Estado sirio, prohibiendo incluso a la ONU participar en la reconstrucción del país [1]. En 2020 esa estrategia se extendió a Líbano con la Caesar Act estadounidense [2]. Nosotros, los países miembros de la Unión Europea, participamos en ese crimen.
La mayoría de los sirios estaban mal alimentados, la moneda local se había desplomado por causa de las “sanciones” –lo que antes de la guerra, en 2011, valía una libra siria, costaba 50 000 el día que cayó Damasco. Las mismas causas provocan siempre los mismos efectos: Siria fue derrotada de la misma manera que Irak, donde la señora Madeleine Albright, ex secretaria de Estado de Estados Unidos se vanagloriaba de haber provocado la muerte por enfermedad o malnutrición de medio millón de niños iraquíes.
Por otro lado, si bien quienes tomaron Damasco fueron los yihadistas de Hayat Tahrir al-Sham, en realidad no fueron ellos quienes lograron la victoria en el plano militar. El 27 de noviembre, el grupo yihadista Hayat Tahrir al Sham, armado por Qatar y orientado por el ejército turco, disfrazado este último de “Ejército Nacional Sirio” (ANS) tomó el control de la autopista M4, que se había designado como línea de alto al fuego. En ese momento, Hayat Tahrir al-Sham y Turquía ya disponían de drones de combate muy eficaces, manejados por militares ucranianos. Además, Hayat Tahrir al-Sham había movilizado la colonia uigur (una etnia china que practica el islam) del Partido Islámico de Turquestán (TIP), atrincherada en al-Zanbaki desde hace 8 años [3]. Esos hechos demuestran que hay una fusión entre los teatros de operaciones israelí, ruso y chino.
Después, esas fuerzas atacaron Alepo –la segunda ciudad en importancia de Siria–, defendida hasta entonces por los Guardianes de la Revolución iraníes, que se retiraron de allí sin previo aviso, dejando sola a la pequeña guarnición del Ejército Árabe Sirio (el ejército regular de Damasco). Al comprobar la desproporción entre las fuerzas, el gobierno sirio ordenó a sus tropas replegarse hacia la ciudad de Hama. Los soldados sirios cumplieron esa orden el 29 de noviembre, después de librar una breve batalla.
El 30 de noviembre, el presidente sirio, Bachar al-Assad, viajó a Rusia, pero no para asistir al examen que su hijo Haffez pasaría en la universidad de Moscú, donde el joven prosigue sus estudios, sino en busca de ayuda. Las fuerzas rusas presentes en Siria no incluían unidades terrestres y no podían hacer otra cosa que bombardear los convoyes de los yihadistas. Así que trataron de cerrar el paso a los yihadistas de Hayat Tahrir al Sham y a los armados dirigidos por los turcos atacándolos por aire, pero sin poder enfrentarlos en tierra. Alepo estaba perdida. No es ocioso recordar aquí que, siguiendo la orientación su pais [4], el presidente turco Recip Tayyep Erdogan nunca ha reconocido la pérdida de los territorios antes otomanos que hoy son parte de Grecia (Tesalónica) y aún reivindica como parte de Turquía la isla de Chipre y territorios pertenecientes a Siria (Alepo y su región) y a Irak (la región de Mosul).
Para aquel momento, Turquía ya había reactivado células yhadistas “durmientes” y el Ejército Árabe Sirio, ya extenuado, se veía obligado a combatir simultáneamente en todos los frentes. Eso trató de hacer, sin lograrlo, el general Maher al-Assad, hermano del presidente.Alí Larijani, el enviado especial del Guía de la Revolución iraní, Alí Khameneï, viajó entonces a Damasco para explicar al presidente sirio la retirada de los Guardianes de la Revolución en Alepo y proponer el envío de ayuda militar de la República Islámica de Irán… bajo ciertas condiciones. Pero se trataba de condiciones culturales descabelladas para un Estado laico como la República Árabe Siria.
En una entrevista telefónica con el presidente de Irán, Massud Pezeshkian, el presidente sirio Bachar al-Assad señaló que «la escalada terrorista» apuntaba a «tratar de fragmentar la región, desgastar sus Estados y rediseñar el mapa regional en función de los intereses de Estados Unidos y Occidente». El comunicado oficial no precisa el clima que caracterizó la conversación. El presidente sirio quería saber quién había ordenado a los Guardianes de la Revolución retirarse de Alepo. Pero no obtuvo respuesta. Assad advirtió al presidente iraní sobre las consecuencias que la caída de Siria tendría para Irán. Esfuerzo inútil. Teherán seguía exigiendo que le entregaran las llaves del país para defenderlo.
El 2 de diciembre llegaba a Beirut el jefe de las fuerzas especiales de Estados Unidos (USSOCom), el general Jasper Jeffers III. Oficialmente llegaba a Líbano para vigilar la aplicación del alto al fuego (sólo verbal) entre Israel y el Hezbollah. Pero es evidente, dadas sus funciones, que eso era sólo una parte de su misión y que en realidad debía supervisar la toma de Damasco por parte de los turcos, camuflados bajo la pantalla de Hayat Tahrir al Sham.
El 5 de diciembre, Estados Unidos reanuda, en el Consejo de Seguridad de la ONU, sus acusaciones –nunca demostradas– sobre el supuesto uso de armas químicas por parte del gobierno sirio. Estados Unidos ignora olímpicamente las numerosísimas objeciones, testimonios e investigaciones que demuestran que esas acusaciones son sólo parte de su propaganda de guerra. El asunto de las armas químicas es el argumento número 1 de la gigantesca maquinaria de persuasión de los anglosajones. Agitando esas acusaciones, el estadounidense Jeffrey Feltman, como número 2 en la jerarquía de la ONU, prohibió toda participación de las agencias de la ONU en la reconstrucción de Siria.
Esas acusaciones, no demostradas, también permitieron convencer a la opinión pública occidental de que «Bachar es el verdugo de Damasco» e imputarle a él todas las muertes de la guerra montada contra su país.
Mientras eso sucede, el Pentágono da luz verde a los yihadistas de Hayat Tahrir al-Sham y al ejército turco para que continúen su avance, tomen Damasco y derroquen la República Árabe Siria.Los días 6 y 7 de diciembre, tiene lugar en Qatar el Foro de Doha. El ministro de Exteriores de Rusia, Serguei Lavrov, y numerosas personalidades del Medio Oriente participan en el encuentro. Al margen del Foro, se dan garantías a Rusia, que representa al presidente Assad, de que los soldados del Ejército Árabe Sirio (el ejército regular de Damasco) no serán perseguidos y que las bases militares de la Federación Rusa no serán atacadas. También se garantiza a Irán que los santuarios chiitas no serán destruidos. Teherán da la impresión de estar convencido de antemano.
El ministro de Exteriores de Turquía, Hakan Fidan, afirma que el primer ministro de Israel, Benyamin Netanyahu, y el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, consideraban que la operación debía terminar en ese momento. Es el Pentagono el que decide, junto al Reino Unido, seguir adelante hasta derrocar la República Árabe Siria [5].
El 6 de diciembre, en Nueva York, el Consejo de Seguridad de la ONU adoptaba la resolución 2761 [6], cuyo texto autoriza a no tener en cuenta las sanciones impuestas a los yihadistas cuando se realicen “operaciones humanitarias”. En otras palabras, la ONU, que antes nunca había autorizado la ayuda a las poblaciones que sufrían el yugo de Daesh, autoriza abruptamente que se comercie con Hayat Tahrir al-Sham. Ese brusco cambio de posición del Consejo de Seguridad corresponde a las instrucciones del consejero de las Naciones Unidas, Noah Bonsey. En febrero de 2021, cuando trabajaba para George Soros, ese personaje ya proponía optar por la “flexibilidad” hacia los yihadistas de Hayat Tahrir al-Sham [7].
El mismo 6 de diciembre, CNN transmite una entrevista del líder de Hayat Tahrir al-Sham, Abu Mohammed al-Jolani [8]. La entrevistadora, la periodista Jomana Karadesh, da relieve a ese personaje a pesar de que el sitio web Rewards for Justice, del Departamento de Estado de Estados Unidos, sigue ofreciendo una recompensa de 10 millones de dólares por toda información que permita la captura de este líder yihadista [9].
El 7 de diciembre, Hayat Tahrir al-Sham y Turquía toman la cárcel de Sednaya, hecho importante para la propaganda de guerra, que la presenta como «el matadero humano».
Se afirma que en esa cárcel miles de personas han sido torturadas, ejecutadas e incineradas en un crematorio. Durante 3 días, los “Cascos Blancos”, ONG que ha salvado vidas pero que también ha participado en masacres, registran toda la cárcel y sus alrededores en busca de subterráneos secretos, de cámaras de tortura y del crematorio, pero no encuentran nada de eso. Finalmente, la periodista Clarissa Ward muestra en CNN la liberación de un prisionero que no había visto la luz del sol en 3 meses… pero que se ve limpio, bien vestido y con las uñas de las manos bien cuidadas [10].
Las acusaciones de torturas y ejecuciones sumarias contra el gobierno de Assad son especialmente mal intencionadas y sobre todo injustificadas. La prensa occidental no dice que, desde 2011, Bachar al-Assad impartió instrucciones que prohibían expresamente toda forma de tortura y que creó un ministerio de Reconciliación Nacional encargado de facilitar la reintegración a la sociedad de los sirios que en algún momento se habían unido a los yihadistas. Los medios occidentales tambien silencian el hecho que desde el inicio de la agresión contra su país Assad emitió alrededor de 40 amnistías generales.
Por Thierry Meyssan