22 Oct
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Los muertos en Gaza ascienden a más de 42.000. Los heridos ya se cuentan en casi 100.000 y los desaparecidos en más de 21.000. ¿Los desplazados? 1,7 millones.

Las cifras son tan desgarradoras como impresionantes. Desde el 7 de octubre de 2023, los espeluznantes detalles de muerte y destrucción en Gaza han dominado los titulares de todo el mundo, mientras Israel sigue bombardeando el enclave palestino sin descanso.

Pero debajo de todas esas cifras, que pueden parecer frías, se esconde una historia de dolor más silenciosa: una que dejará cicatrices en la población palestina durante generaciones.

Con cada niño que hay que enterrar se muere el alma de un padre. Y con cada padre que pereció bajo los escombros, un niño queda vagando con medio corazón, con media vida.

En promedio, 1 de cada 43 palestinos ha perdido a un hijo. A lo que se suma que 1 de cada 59 ha perdido a uno de sus padres a causa de la actual ofensiva israelí, reveló el estudio titulado “El efecto duradero de las muertes sobre los sobrevivientes en conflictos armados: cuantificando el duelo familiar”, que se publicó en la revista Science Advances.

Según la investigación, las cifras de víctimas podrían ser mucho más altas si se basaran en cálculos que incluyeran las muertes indirectas, lo que podría elevar el número de fallecidos a más de 186.000.

Además, el análisis no incluye el duelo que sufren hermanos o miembros de la familia extensa.

Pérdidas “violentas”

El “duelo” se define como la experiencia de sufrir la muerte de un familiar cercano o un amigo, caracterizada por el luto, que se entiende como la gama de emociones que viven las personas tras la pérdida.

Sin embargo, el duelo causado por conflictos violentos va más allá del dolor de perder a un ser querido, pues lo agrava el trauma de cómo se producen esas pérdidas.

“Las experiencias colectivas de la muerte violenta de un padre o de un hijo podrían influir en el cambio cultural y las percepciones del conflicto”, afirman los investigadores del Instituto Max Planck de Investigación Demográfica, el CED-Centro de Estudios Demográficos y la Universidad de Washington.

En Gaza, la brutalidad de la ofensiva israelí define estas pérdidas.


Desde hace más de un año, con mucha frecuencia los padres palestinos ven los cuerpos sin vida de sus hijos, quemados hasta quedar irreconocibles, destrozados por los ataques aéreos o casi aplastados bajo los escombros, con sus miembros desgarrados en tantos pedazos que hay que recogerlos en bolsas.

En Gaza, más de 900 familias han sido completamente eliminadas de la faz de la Tierra, mientras el número de quienes quedaron como únicos supervivientes se cuenta por miles.

La culpa del sobreviviente se siente profundamente en el enclave, donde cada día se destruyen decenas de hogares y quedan reducidos a escombros y recuerdos.

“Hay un desplazamiento reiterado, miedo constante y el hecho de ver a sus familiares literalmente desmembrados ante sus ojos”, declaró Christopher Lockyear, secretario General de Médicos Sin Fronteras (MSF), ante el Consejo de Seguridad de la Naciones Unidas en febrero del año pasado.

“Estas lesiones psicológicas han llevado a niños de tan sólo cinco años a decirnos que preferirían morir”, añadió.

Y la situación de los padres en duelo no es diferente.

Un video, que se difundió en internet en marzo pasado, mostraba una madre palestina suplicando para que los cuerpos sin vida de sus hijos se mantuvieran calientes, luego de que los matara un ataque aéreo: “Desearía estar muerta también, para poder ir a la tumba con ellos”, dijo.

Se sabe que este tipo de pérdidas violentas aumentan el riesgo de padecer problemas de salud mental como el trastorno de estrés postraumático (TEPT), el trastorno de duelo prolongado y episodios depresivos graves.

Sin embargo, para un palestino normal en Gaza el trauma no representa un acontecimiento único, sino que es incesante. Lo que hace justamente que la idea misma de “postrauma” sea un término equivocado.

En consecuencia, los profesionales de salud mental de la agencia de la ONU para los Refugiados de Palestina (UNRWA) informan que han registrado un pronunciado aumento de los síntomas de depresión, ansiedad y angustia emocional, especialmente entre los niños, en los primeros 300 días de la ofensiva israelí.

Trastornos del sueño, pesadillas, insensibilidad emocional y arrebatos de agresividad son los síntomas visibles de una población que ha tenido que soportar traumas sin cesar.

“Lo interesante es que, cuando te reúnes con estos niños, a menudo no hablan de sus sentimientos. Describen los hechos”, afirma Jonathan Crickx, máximo portavoz de la UNICEF en el Estado de Palestina, en una entrevista con TRT World.

“Yo estaba aquí, oí la explosión, mi tío me llevó al hospital. Son hechos muy reales”, continúa el funcionario.

Estos son los recuerdos que le quedaron a Crickx de su tiempo en Gaza, unos cuatro meses después de que comenzara la ofensiva israelí. Allí, en un refugio donde UNICEF organizaba actividades recreativas, conoció a una niña de 10 años, Razan, quien permanecía inmóvil, a diferencia de los demás pequeños que bailaban y cantaban a su alrededor.Cuando le hizo preguntas a Razan, se enteró de que había perdido a toda su familia en un ataque aéreo, junto con su pierna izquierda.

Razan se sobresaltaba con facilidad, incluso al oír el ruido de una puerta al cerrarse. Cuando habló del fuerte ataque y de los momentos posteriores a despertarse en el hospital, lo hizo con una claridad distante, como si contara el dolor de otra persona.

“El momento que realmente me impresionó”, reflexiona Crickx, “fue cuando empezó a llorar y dijo: ‘Sólo quiero que me devuelvan la pierna’".

Desde octubre de 2023, casi todos los 1,2 millones de niños que se estima hay en Gaza enfrentan importantes problemas de salud mental, y muchos muestran signos de depresión, ansiedad, pensamientos suicidas y comportamientos regresivos como orinarse en la cama, según informes recientes.

Los niños no acompañados y separados, muchos de los cuales son huérfanos, además son especialmente vulnerables. “La mayoría de esos niños están al cuidado de sus familias extensas: tíos, tías, primos, abuelos”, dice Crickx.Amir, de 12 años, y Fatima Ashour, de 10, son dos de ellos.

Luego de perder a sus padres y a su hermano de cinco años cuando las fuerzas israelíes bombardearon su casa hace casi un año, los hermanos se refugiaron con sus abuelos en Jan Yunis, al sur de Gaza.

“En todo lo que los recuerdo, soy incapaz de olvidarlos. No los vi cuando fueron martirizados, no los vi para despedirme de ellos”, dice Amir.

“La vida de un huérfano es muy difícil”, reflexiona su abuela. “Cuando ven a los niños con sus madres en brazos, los notas mirándolos y a veces se les caen lágrimas por las mejillas”, añadió.

El trauma colectivo y generacional está profundamente arraigado en la historia palestina, en la que durante mucho tiempo ha existido un perdurable espíritu de resistencia con el telón de fondo de la experiencia generalizada de la pérdida y, sobre todo, de la propia libertad.

Según el estudio, se prevé que, para 2050, 1 de cada 142 palestinos habrá sufrido la muerte de uno de sus padres, y uno de cada 200 habrá perdido un hijo.

“Lo que necesitan es un alto el fuego. Es la única manera de que puedan empezar a reconstruir y recuperar la esperanza”, afirma Crickx, de UNICEF.

Sea lo que sea que depare el futuro en Gaza, la memoria colectiva de la pérdida y el dolor perdurará mucho después de que las bombas dejen de caer.



TRT




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