No es novedad que el imperialismo utiliza el recurso del entretenimiento como armas de manipulación masiva. Hollywood es una maquinaria de producción de contenido con fines políticos, no solo los que son más explícitos, sino principalmente los que construyen la idea del “sueño americano” y la bondad de Estados Unidos para con el mundo. Hace un par de años la plataforma Netflix ha venido ganando espacio en este terreno, e instalado el formato de series como el principal recurso de difusión de las ideas que quieren transmitir. Por un lado, logran su primer objetivo, al producir o reproducir series de alto nivel adictivo que genera horas y horas de visionado de millones de personas, que en vez de estar informándose o reflexionando sobre ciertos temas, ve uno tras otros los capítulos de tal o cual serie. A su vez, genera artículos periodísticos, columnas radiales y televisivas, que se ocupan de hablar de las últimas series estrenadas o los nuevos capítulos de los programas más taquilleros. Netflix no solo ocupa tiempo en las pantallas, sino que ocupa tiempo periodístico de análisis. Luego está el propio contenido de las series. Es conocido el caso de la serie “Cascos Blancos”, que pinta a los mercenarios de la guerra en Siria, como unos voluntarios por la paz, desdibujando completamente la verdad de estos criminales de guerra. O casos como “El Mecanismo”, serie brasileña basada en el escándalo del Lava Jato, y que busca convencer a los usuarios de la corrupción del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva y su Gobierno, justificando su encarcelamiento sin ninguna prueba real. El bajo costo de suscripción, su funcionamiento On Demand y la inmensa cantidad de contenido, hacen de esta plataforma ‘streaming’, un medio de dominación cultural muy efectivo.
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