Por MAYKA NAVARRO – BARCELONA
De nada sirvió que el conseller de Interior, Miquel Sàmper, suplicara ayer al mediodía que las nuevas protestas convocadas anoche se celebraran sin violencia, ni incidentes. “Griten, insulten si quieren, protesten y quéjense, pero de forma pacífica”, reiteró durante la comparecencia para denunciar los graves incidentes sucedidos el martes por la noche en Barcelona, Girona, Lleida y especialmente en Vic donde una turba atacó la comisaría de los Mossos d’Esquadra. Anoche, una multitud se congregó en los Jardinets de Gràcia de Barcelona, descendió a buen ritmo por el paseo y al llegar a la plaza Urquinaona volaron de nuevo los adoquines, las piedras y las botellas y ardieron barricadas y contenedores.
Los disturbios se repitieron también en Lleida, en Girona, en Tarragona y contagiaron la protesta en el centro de Madrid, donde los antidisturbios de la Policía Nacional cargaron en la puerta del Sol.
Los alborotadores quisieron hacerse fuertes en Urquinaona y acabaron llenando el Eixample de barricadas
Esta vez, la policía catalana repartió los equipos de orden público de la brigada móvil entre Lleida, Tarragona, Girona y Vic y dejó a los jefes del operativo y el mayor número de antidisturbios en la ciudad de Barcelona. La comisaría general de Información, que no supo prever la deriva violenta de las protestas del martes y las multitudes que se concentraron en protesta por la detención de Pablo Hasél, intensificó el trabajo de sus analistas y rastreadores de los canales de comunicación habitual de los alborotadores tratando de acercarse a la previsión de lo que preparaban para la segunda noche de movilizaciones.
Pero no era fácil. Como dijeron el conseller y el comisario Joan Carles Molinero, el perfil de los agitadores era una amalgama compleja de definir, y si bien el nexo de unión era Hasél, su furia estaba condicionada por el hartazgo de meses de restricciones generalizadas por la pandemia sanitaria.

El arranque de la protesta de Barcelona prácticamente coincidió con la confirmación de que una de las jóvenes heridas el martes había perdido un ojo y que la víctima aseguraba que había recibido el impacto de un foam , el proyectil que dispara la brigada móvil.
Desde las primeras barricadas incendiadas en Urquinaona, donde trataron de hacerse fuertes, la Brimo rompió prácticamente sin desencochar el grueso de la protesta que se disgregó en múltiples grupos que quemaron contenedores por las principales calles del Eixample. En Casp, Balmes, Pelai y rambla Catalunya se apilaron materiales y con la ayuda de líquido inflamable las hogueras llegaron a alcanzar varios metros de altura. En Pelai los responsables del operativo temieron por la afectación de los edificios. Al jefe de guardia de los Bomberos de Barcelona se le vio en varios momentos de la noche hablar con el inspector jefe operativo de los antidisturbios, con el que coordinaron las labores de extinción de las barricadas.