Etiopía: Choque de culturas en el Valle del Omo

La construcción de un embalse resultó un artificio difícil de sortear para la cultura milenaria de Valle del Omo en Etiopía. El turismo como meta de una política pública funcional al propio sistema capitalista también atacó la identidad cultural de 200 mil personas distribuídas entre las tribus kara, mursi, hamar, suri, nyangatom, kwegu y dassanech. ¿Hacia adónde va África?

 

En la nota “Valle del Omo en Etiopía, ¿el olvido de una cultura milenaria?” compartida por la agencia Prensa Latina, se publica la siguiente información:

Atrapados entre la tradición y la modernidad, los pueblos originarios del Valle etíope del Omo, a unos 800 kilómetros de esta capital, enfrentan hoy los desafíos de profundos cambios que trastocaron sus costumbres ancestrales.
Desde el centro montañoso del país, el río del mismo nombre fluye amplio, hondo y veloz hacia la región sudoccidental para desembocar en el lago Turkana, en Kenya.
 

En los 800 kilómetros de su curso, el sistema fluvial serpentea a través de gargantas de roca volcánica y canales de lodo milenario.

Cerca de la frontera keniana, el Omo excava sinuosos meandros conforme se aplana el paisaje, y en las márgenes surgen franjas boscosas.

La fauna fluvial, que incluye cocodrilos e hipopótamos, se multiplica; el paisaje se llena de tribus, como los kara, los mursi, los hamar, los suri, los nyangatom, los kwegu y los dassanech, que suman unas 200 mil personas.

Los pastores conducen sus rebaños por el bush y los agricultores navegan por el río impulsando con pértiga sus canoas; según la estación, las márgenes lucen el rastrojo dorado de las cosechas recogidas o se visten del húmedo verde de los nuevos cultivos.

Toda la vida apacible se alteró cuando iniciaron los trabajos para construir la presa Gibe III, un proyecto que produciría energía suficiente para alimentar a la economía nacional.

El embalse, cuya construcción finalizó en 2016, trajo consigo desplazamientos forzosos, escasez de agua y la interrupción del ciclo de crecidas, con las consiguientes consecuencias negativas sobre el cultivo del maíz, sorgo, habas, pimientos, calabacines y tabaco, explicó Solomon Tedesse, especialista del Ministerio de Agricultura y Ganadería.

Al día de hoy, esa situación no se ha resuelto; para muchos especialistas, es preciso buscar un equilibrio, más allá de la necesidad de crecer económicamente.

Ese despegue debe contemplar los modos de vida de la población, no pasarles por encima como si fueran animales sin razonamiento, sin sentimientos, apuntó Tedesse.

Durante generaciones las tribus del Omo vivieron protegidas del mundo exterior gracias al amparo de las montañas, la sabana y el exclusivo estatus de Etiopía como la única nación africana que, pese a la invasión italiana, no había sido colonizada por los europeos.

A finales de las décadas de 1960 y 1970, los antropólogos empezaron a ser conscientes de lo que eso significaba: la gente que vivía a orillas del afluente había escapado casi por completo de los desaciertos y conflictos coloniales que desgarraron otras sociedades, estiman expertos locales.

Los grupos siguieron migrando, guerreando y reconciliándose de un modo que casi había desaparecido fuera de aquel reducto.

Todavía se aprecian señales de esa África en los discos de arcilla que las mujeres mursi llevan en el labio como símbolo de belleza, o en los duelos estacionales de los suri, que se atavían con armaduras de piel de cabra y luchan con lanzas.

Sobrevive el ritual hamar, en el que las féminas piden ser azotadas, y aún se celebra el iniciático salto de ganado, en el cual los muchachos corren sobre el lomo de las reses para probar que están preparados para ser iniciados en la edad adulta.

Hoy el valle del Omo también es un destino de turistas que atraviesan vastas e incómodas distancias para presenciar esos mismos rituales; camionetas de rostros blancos, la mayoría europeos, esperando hallar un signo del continente que existe en la imaginación occidental, un África de fieras salvajes, rostros pintados y danzas tribales.

Pro los mismos visitantes foráneos buscan contemplar el Omo antes de que se convierta en un clon de todos los demás lugares, como si en cualquier momento fuese a caer del cielo un McDonald’s.

La región se inserta además dentro de la campaña ‘El origen de la vida’, que busca resaltar los valores culturales de la nación para alcanzar los tres millones de visitas antes del cierre del año.

Convertirse en una economía de ingresos medios también implica convivir bajo un desarrollo sostenible para todos, aseguró el comentarista Tefere Alemyahu.

La preservación de la identidad es crucial, y en ese sentido, resulta vital el cuidado por las tradiciones milenarias, por difícil que a veces sea el diálogo con la comunidad.

Quizás Etiopía tendría que tomar ejemplo del emblemático esqueleto de Lucy, y hacer que su sector turístico, o la macroeconomía, aprendan a andar antes de intentar correr, concluyó Almemayehu.

Valle de Etiopía 6

 


Fuente de origen: Autor Richard Ruíz Julién, Agencia Prensa Latina


Créditos de Data Urgente

Producción de la noticia: Diana Godoy

Titular y bajada de redifusión: Hernán Giner

Edición general, planificación y gestión digital: Hernán Giner

Dirección del proyecto: Sebastián Salgado


 

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