Kim Jong – Un lo madrugó a Donald Trump
El presidente de la República Popular Democrática de Corea, Kim Jong-Un tuvo la iniciativa de negociación con su colega de Corea del Sur y el mismísimo Donald Trump. De todos modos lo seguirán calumniando de dictador, loco y hombrecito-misil.
Kim Jong-Un es el máximo dirigente del Partido de los Trabajadores de Corea del Norte y del gobierno desde 2012. Desde entonces hasta aquí los medios de comunicación que operan en sintonía con los poderes imperiales se han referido a él como a un vulgar dictador, un loco de la guerra, un peligro para la paz mundial, un militarista extremo y un asesino que ordena matar a un hermanastro en Kuala Lumpur, todo por supuesto sin pruebas.
Ahora ese poder internacional del dinero y las armas, Wall Street, la Casa Blanca y el Pentágono, están en un serio aprieto político, igual que aquellos medios de comunicación. Es que el líder norcoreano los ha desubicado con varias jugadas políticas de excelso nivel, donde los valores positivos de apertura a una negociación pacífica de la crisis de la península coreana quedaron claramente en sus manos.
Todavía es muy temprano para saber si ese proceso de negociación podrá llegar a feliz término, con un acuerdo entre las dos Coreas y una obligación de Estados Unidos de respetar lo allí pactado, lo que debería culminar con el retiro de los 35.000 marines estacionados en la República de Corea, la devolución de sus bases militares y sacar sus manos de una Corea reunificada.
La sola enunciación de esas características futuras de una negociación, si ésta llega hasta el final, permite inferir cuán lejos se está todavía de esos objetivos deseables pero muy frágiles y por ahora utópicos.
De cualquier modo, quien tuvo la iniciativa diplomática fue el joven presidente comunista norcoreano, contra todos los pronósticos de la CNN, Fox, The New York Times y el Washington Post, más sus repetidores seriales de Argentina (Clarín, La Nación, Infobae, etc.).
Un 2017 muy malo
El 2017, como los anteriores, fue muy malo para la perspectiva de la paz en la península. En el Sur gobernaba Park Geun-hye, asumida en 2013, una firme aliada de EE UU en las provocaciones y sanciones contra Corea del Norte, con los ejercicios Foal Eagle, aéreos y navales, siempre con la vista puesta en la agresión al Norte. Por eso Park firmó en julio de 2016 con Barack Obama los acuerdos para establecer en Seon Ju el Sistema de Defensa Antimisiles de Gran Altitud (THAAD).
El mismo, puesto en marcha ahora con Trump, supone garantizarse cierta impunidad operativa en caso de decidirse a agredir a Pyongyang, pero también desbalancear el equilibrio en la región, poniendo más vulnerables a China y Rusia.
En esos tiempos a Corea del Norte no le quedó más remedio que probar sus misiles y avanzar en su programa atómico con fines defensivos. Se sentía en peligro en tiempos de Obama y la sensación fue mucho más ominosa con el magnate neonazi, quien además de realizar los mencionados ejercicios militares (previstos en su edición actual desde el 1 de marzo hasta el 30 de abril), comenzó a amenazar con la guerra atómica a la RPDK, insultar a su presidente y a decir que él tenía el botón nuclear más poderoso.
El dato favorable del 2017 fue que en marzo el máximo tribunal de justicia surcoreana destituyó a la presidenta Park, bajo cargos de corrupción y cobro de coimas a una serie de empresas, entre ellas la Samsung. Aparte de tener que abandonar la presidencial Casa Azul, fue presa y recientemente el fiscal le pidió 30 años de prisión.
En mayo pasado hubo elecciones y ganó un liberal, de centro, Moon Jae-In, quien había sido vencido en diciembre de 2012 por la ahora depuesta Park. Su destitución le dio a Moon la ocasión de probar suerte y ganar el 9 de mayo pasado.
Mejor 2018
Ese cambio presidencial forzado por la corrupción en el Sur, ayudó a que el Norte hiciera propuestas de negociación, teniendo otro interlocutor en Seúl.
En su mensaje de Año Nuevo, el líder norcoreano planteó un acercamiento entre las dos Corea, al fin y al cabo una sola patria. Ya su abuelo y fundador de la República Popular Democrática de Corea, Kim Il Sung, había propuesto los principios para esa reunificación nacional. Y su padre, Kim Jong-il había auspiciado las primeras dos cumbres entre los dos países, en 2000 y 2007, que luego no prosperaron por el auge de gobiernos conservadores y anticomunistas en Seúl, con el Gran Partido Nacional luego devenido en el Saenuri conservador.
Este febrero el presidente Kim tomó una iniciativa muy inteligente: dispuso que una delegación deportiva participara de los Juegos Olímpicos que se realizaban desde el 9 hasta el 25 de febrero, en Pyeongchang, a 80 kilómetros de la frontera, en Corea del Sur. Su colega sureño aceptó la propuesta y una delegación de 500 norcoreanos, entre deportistas, técnicos, políticos, funcionarios y gente de seguridad se movió al otro lado de la frontera.
Una vez más, como el ping-pong de tiempos de Mao y Nixon, y los peloteros cubanos y norteamericanos de Raúl Castro y Obama, el deporte tenía un muy buen uso político, para distender un ambiente caldeado.
A la inauguración de los Juegos Olímpicos asistió Kim Yong Nam, presidente del Parlamento norcoreano, y la hermana menor del presidente, Kim Yo jong, quienes fueron saludados muy amistosamente por el anfitrión Moon Jae-In. El vice yanqui Mike Pence esquivó el saludo. Parecen cosas menores, pero no lo son entre dos países separados por una guerra con intervención norteamericana (1950-1953) y donde murieron 3 millones de coreanos, sobre todo del Norte.
Para la clausura de los Juegos, otra delegación del Norte fue tres días a la parte sur. Estuvo presidida por Kim Yong Chol, vicepresidente del Comité Central del Partido de los Trabajadores de Corea y otros funcionarios, que regresaron el 27 de febrero a Pyongyang no sin antes reunirse con altos representantes del gobierno de Seúl. Entre otros con el jefe de la Oficina de Seguridad surcoreana, Chung Eui Yong.
Allí los norcoreanos transmitieron una invitación de su líder máximo para que los surcoreanos fueran a Pyongyang. El convite fue aceptado y pocos días más tarde Chung y otros funcionarios llegaron a Corea del Norte, siendo recibidos por el presidente Kim Jong-Un. El presidente surcoreano no se atrevió y mandó esos delegados.
Reuniones y viajes decisivos
En esa reunión de líderes de las dos Coreas, a invitación de Kim, se acordó que los mandatarios del Norte y del Sur se reunirían en abril, en una tercera cumbre como continuidad de las dos anteriores, de 2000 y 2007. La cita será ese mes, aun sin día preciso, en la aldea fronteriza de Panmunjeom, sede de aquellos encuentros.
Pero allí no acabaron las buenas noticias. Por iniciativa nuevamente del dirigente comunista y con el visto bueno del presidente surcoreano, por razones obvias de considerar que él es un aliado menor del imperio norteamericano y no puede asumir “per se” semejantes decisiones, se cocinó allí tramitar una reunión entre el norcoreano Kim y la bestia de Trump.
Esa bomba noticiosa y política no estalló ese día en Pyongyang sino el 8 de marzo en Washington, adonde viajó el funcionario de seguridad surcoreano Chung. Tras reunirse en el Departamento de Estado dio a conocer la noticia bomba: el norcoreano estaba dispuesto a reunirse en mayo con su colega norteamericano para discutir sobre la desnuclearización de la península y las garantías que la RPDK necesita de Washington.
El buen gesto del norcoreano fue anunciar que mientras duren esas futuras conversaciones su país no experimentará con misiles, una especie de moratoria limitada.
Trump quedó completamente en offside, porque el día anterior a esa notición, el 7 de marzo, se había difundido que EE UU denunciaba a Norcorea por el supuesto uso de armas químicas en el asesinato ya referido del medio hermano del líder norcoreano. Esa mentira y provocación era parte del libreto original del imperio, que ahora tendrá que revisar. ¡Armas químicas porque dos mujeres arrojaron gas a la cara de aquella persona, sin ninguna prueba de involucramiento del gobierno de la RPDK!
La vocera de la Casa Blanca admitió la futura reunión pero insistió que “en tanto, todas las sanciones y la máxima presión continuarán”. La explicación que dieron Trump, el premier japonés Shinzo Abe y el gobierno de Seúl fue que Kim pidió ahora negociar bajo los efectos de las sanciones. Falso. El pueblo coreano, como también el cubano, soporta desde hace muchos años un sistema de bloqueo feroz, con muy breves interrupciones. La jugada de Kim no fue porque no pudieran vender carbón, textiles, plomo y hierro, o porque les limitaran la provisión de combustibles, todo amañado en ocho serie de sanciones de la ONU.
Esas cosas provocan muchos dolores y carencias en un país sitiado, pero los norcoreanos están preparados para resistir mucho tiempo más. Si han abierto esta puerta a la paz es porque se sienten fuertes y capaces de ganar también en la mesa de negociación, haciendo las concesiones que sean necesarias.
Es objetivo y está muy claro para quien quiera ver, que el líder norcoreano tuvo la iniciativa de paz. Trump tendrá que ir en mayo a la cita con propuestas sensatas de paz, y no con el centímetro para medir quién tiene el botón nuclear más largo…
Fuente: Emilio Marín, La Arena